La Ketamina es un depresor y utilizada en medicina y
veterinaria.
Es «drogas de síntesis» y poli consumidores de otras drogas,
como cocaína, speed, cannabis, alucinógenos, tabaco y alcohol.
La ketamina puede
presentarse de muchas formas: líquido incoloro, polvo blanco (cristales
blancos), comprimidos o cápsulas, por lo que es posible utilizarla por
distintas vías de administración: intravenosa, intramuscular (líquido), rectal
(líquido), nasal (polvo), pulmonar «fumada» (polvo) y oral (líquido,
comprimido, cápsulas).
Su acción se inicia rápidamente cuando se administra por vía
intramuscular o intravenosa y la máxima concentración plasmótica se alcanza en
10 min. Cuando se ingiere por vía oral, no se absorbe bien y se produce por lo
que su biodisponibilidad es baja.
Los consumidores de ketamina experimentan un estado
disociativo como si estuviesen «fuera del cuerpo», con sensación de estar
flotando. Dicho estado puede ser profundo, generando experiencias alucinatorias
y dificultad para moverse, así como alteraciones de la percepción y aparición
de flashbacks incluso meses después del consumo.
A dosis bajas los efectos se parecen a una borrachera por
alcohol o sedantes, con pérdida de coordinación y dificultades para hablar y
pensar, visión borrosa, etc.
Ya a dosis altas, puede producirse un viaje psicodélico muy
fuerte, pudiendo aparecer delirios y pseudoalucionaciones, perdiéndose la
noción de quién se es y de dónde y con quién se está, con pérdidas de la noción
del tiempo y del reconocimiento de lo que pasa alrededor.
La ketamina provoca una dependencia psicológica muy alta y
una rápida tolerancia.
Puede provocar depresión respiratoria, paro cardíaco,
trastornos de ansiedad, paranoias y su consumo de forma continuada, problemas
de memoria, concentración y deterioro de otras habilidades.
La ketamina induce
síntomas similares a los de la esquizofrenia, con alteraciones de la
percepción, reducción del rendimiento cognitivo, estados disociativos,
dificultad para recordar palabras y disminución de la memoria inmediata.
Los efectos a corto y largo plazo incluyen aumento de la
frecuencia cardíaca y de la presión arterial, náusea, vómitos, entumecimiento,
depresión, amnesia, alucinaciones y problemas respiratorios potencialmente
mortales. Los consumidores de ketamina también pueden desarrollar ansias por la
droga. En dosis altas, los usuarios experimentan un efecto denominado
“Agujero-K”, un experiencia “fuera del cuerpo” o “cercana a la muerte”.
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